30 octubre 2014

Si te Vistes como Bruja

Sombreros puntiagudos, capas vaporosas y un desfile de atuendos brujeriles es lo que estamos a punto de presenciar.
Si la memoria no me traiciona, en este lado del mundo es la profesión-vocación-trabajo que es más celebrada: adornamos casas, negocios, autos y preparamos las bolsas de dulces con tal de que perviva la magia.

Convertirse en un momento en una bruja, con o sin escoba, pero sentirse bruja, es uno de los sueños de muchas niñas, adolescentes y varias maduritas que saldrán del "clóset" por unas horas.
Todo comienza con el atuendo: a veces negro, con toques naranjas, morados, rojos o lo que se les ocurra en la mercadotecnia. Después viene el maquillaje, que podría ser de una exquisitez insuperable o haciendo lo posible por lucir horrorosa.
Al final, las medias, los zapatos, el gorro o sombrero, que corona ese deseo de revivir la época dorada de las mujeres sabias.

¿Qué se siente disfrazarse de Bruja?, podrás elegir a la bruja más espantosa, o a la más buena de la historia, pero lo que te aseguro es que independientemente del bando al que desees representar, te sentirás poderosa.
Porque una parte de ti dice: esta soy yo, la real, la fuerte, la que puede controlarse, la que los demás temen o respetan... y una Bruja jamás, jamás pasa desapercibida ni la tratan como a cualquier cosa.

En el fondo lo sabemos: podemos hacer magia... desde un pan tostado hasta un trabajo escolar de un pequeño. Curamos dolores de panza, secamos lágrimas solo con un abrazo, alegramos el día de otros con un beso. Nuestro cuerpo es sabio y transforma la sangre en leche materna llegado cierto momento. Porque una parte de nosotras es Luna, un trozo del cielo. Podemos hacer magia cuando estamos frente a un moderno caldero, o cambiando rumbos empresariales o mezclando pócimas para el amor y el deseo.

Porque si cierras los ojos y te concentras, verás que todo toma sentido en esta Madre Tierra: desde las hojas de tu planta de helecho, hasta el rugir de los mares y el vaivén del viento.
Porque así hemos sido, así les pasó a nuestras madres y a las que les precedieron.

Aún me asombro y sonrío cuando en este día especial las miro vestidas de brujas y en mi cabeza me susurro: algunas de ellas están encontrando su camino o descubriendo sus propios secretos.

Mi mayor deseo, es que si por un solo día te vistes de Bruja, camines con la espalda erguida, la mirada decidida, el corazón contento... porque no hay nada de qué avergonzarse cuando tu alma reconoce que eso eres desde hace tiempo.

Y encenderé una vela, para que la Luz esté siempre en tu sendero.

*** Alda ***

28 octubre 2014

Catrín o Catrina: el que duerme en un catre.


Tenemos la errónea idea de que un Catrín o Catrina eran aquellas personas súper-recontra-elegantísimas durante la época del porfiriato en México.
Resulta que sobre lo que hoy conocemos como la Alameda Central en la Ciudad de México, junto al Palacio de Bellas Artes, era en ese entonces un parque exclusivo para las altas clases de la época y no se le permitía la entrada a quien no diera "el gatazo" (apariencia) de pertenecer a tan exclusivo club.

A las afueras de la Alameda, lo que ahora es la Colonia Guerrero, llegaron a vivir personas que provenían de diferentes estados del país, gracias a las conexiones con el tren. Las posibilidades económicas que tenían no les alcanzaban para comprar trajes, sombreros y guantes como aquellos que portaban los pudientes de ese entonces. Y el mexicano, creativo como siempre, sacó a relucir uno de los recursos usados desde épocas antiguas: el pepenar, vocablo náhuatl que significa "rebuscar, reciclar, reusar".
Era común que la clase alta desechara su ropa rápidamente, teniendo poco uso. Entonces esas personas que venían de fuera, reusaban esas costosas prendas y se ponían un sombrero de copa, un frac de medio uso y unos guantes que aunque no hicieran juego con la camisa, al menos daban la apariencia de ser de la alta sociedad.
Se paseaban de esta manera por la Alameda, tratando de encajar con aquellos que al poco tiempo comprarían nuevos atuendos.
Por las noches, esas personas que hicieron la combinación de diferentes prendas usadas, se iban a sus casas, en donde lo más común no era dormir en una cama, sino en un catre.
De ahí se derivan las palabras Catrín y Catrina: el que duerme en un catre y que en el día se "disfraza" de una persona de alta clase social para aparentar algo que no es en realidad y de esta manera entrar a los lugares que eran reservados solo a algunos privilegiados.
José Guadalupe Posada, caricaturista sobresaliente de la época, dibujó a la Calavera Garbancera ("Garbancera" es la palabra con la que se conocía entonces a las personas que vendían garbanza que teniendo sangre indígena pretendían ser europeos, ya fueran españoles o franceses y renegaban de su propia raza, herencia y cultura). Diego Rivera inmortaliza la imagen de la Calavera Garbancera en su mural "Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central" y le pone el nombre de La Catrina, haciendo referencia a las "señoras elegantes" que por las noches duermen en un catre. La obra de Rivera hace que el imagen de esa calavera vestida elegantemente se haga popular en todo el mundo, lo cual ha resultado en ser un icono del Día de Muertos.
Hoy en día, la Catrina es una imagen frecuentemente solicitada en el arte, el maquillaje o el mundo de la moda, incluso en el cine, vemos a una protagonista llamada "La Catrina" en la película animada "El Libro de la Vida".
La Catrina, en los huesos, sin nada más que lo que lleva encima, altiva, ya está muerta pero más vale orgullosa que sencilla... así es el mundo de las apariencias, una forma de tal vez no querer aceptar vernos como somos, o quizá, una manera de no ver la crudeza de la muerte, entonces la alteramos, la vestimos, la adoramos, la adornamos y hacemos que nuestro transitar por la vida y en el más allá tenga al menos por un instante, unas pinceladas de elegancia y de color.
*** Alda ***

Le llamas Bruja a...

Le llamas Bruja a aquella mujer que:

- Tiene posiciones laborales en donde está a cargo de varias personas, toma decisiones y trabaja bajo presión, en donde tiene que ser firme y directa muchas veces deja a un lado las sutilezas para poder alcanzar algunos objetivos.

- Decide sobre su cuerpo, su maquillaje, su vestimenta, su sexualidad y su sensualidad... aunque se salga de los parámetros que la sociedad pretende imponerle.

- Es rebelde por naturaleza, tiene una visión de vida diferente a las mujeres promedio,  defiende con todo su ser sus ideas y el camino que quiere seguir.

- Sabe decir sí con convicción y también sabe decir que no, asumiendo las consecuencias de sus palabras. 

- Tiene su autoestima equilibrada.

- Le gusta indagar por sí misma en la investigación y el conocimiento.

- Sale adelante a pesar de los obstáculos, en la casa, la maternidad, la familia, el ámbito académico, deportivo, social, laboral o político.

- Tiene experiencia y sentido común, y por lo tanto anticipa el rumbo que tomará una relación humana.

- Se ha interesado en desarrollar facultades intelectuales, artísticas o extrasensoriales.

Las situaciones antes expuestas, llevan de fondo una carga de envidia ante la conducta o decisiones de quienes se han atrevido a conocerse, a ponerse metas, a ser ambiciosas... hay una carga de resentimiento hacia las mujeres buscan un camino fuera de la sumisión y la misoginia, hacia quienes demuestran que tienen fuerza en el alma y la mente para poder volar tan alto como ellas lo deseen, hacia quien trae dentro un resorte que la impulsa a no quedarse cruzada de brazos.

La intolerancia, la envidia y el desconocimiento hacen que de manera burlona, cínica o peyorativa, se les de a estas mujeres el nombre de Brujas, cuando etimológicamente la palabra bruja es sinónimo de respeto por aquellas mujeres sabias, empoderadas, autodirigidas que vuelan con sus propias alas.

La próxima vez que quieras ofender o difamar a una mujer llamándola Bruja, busca dentro de ti, quizá exista algo que en el fondo esté gritando muy fuerte: "También te admiro y quisiera ser como tú".

Con cariño para mis Brujas que no usan gorro ni escoba y que sin embargo, vuelan muy alto.
*** Alda ***