Pensar es una cualidad admirada pero con el doble filo entre lo correcto y la incomodidad que a algunos en las manos les estalla.
Si eres mujer y piensas y hablas y expresas... entonces eres aquella a la que hay que meter a la hoguera, la censurada, eres la que empieza dando comezón que se vuelve salpullido y después es una sarna incontrolada. Eres la bruja, la sabia, la que razona, la que no se calla... esa a la que tantas veces hay que opacarla, que difamarla, porque te vuelves en este cuento la mala.
Y entonces es mal visto que eres una mujer con razonamientos y convicciones propias... porque "dicen" que debes ser la dulce, la callada, la clásica mujer abnegada.
Que tu lugar es estar sirviendo a los tuyos y a tu casa, dependiendo emocionalmente, psicológicamente y económicamente del hombre que te eligió como su dama.
No pienses, no protestes, no te enojes, no hables... si lo haces eres mala.
A esa es mejor ponerle una mordaza, y de paso uno que otro estereotipo que la condicione a mantenerse guapa, linda, boba, obediente y si se puede, delgada.
Está para servir a otros, ser objeto de deseo, adornar el aparador y callarse sus propios sueños.
Pero hay algunas que siguen moviendo el caldero, a pesar de opiniones retrógradas que se han enquistado a través del tiempo.
Son ellas a quienes respeto, a las que sus ideales, sus convicciones y su coherencia no agita ni el más terrible viento.
Las que expresan su amor, su pasión, su furia, enojo, impotencia y hasta sus miedos... desde un ordenador, desde un micrófono, un canto, la conversación de las doce, el trabajo diario o la palabra del tintero.
Brujas cotidianas que eligieron diversos medios para transformar su mundo en maravillas, dando pinceladas de cambio, de amor, de esperanza.
A esa nueva especie de brujas... no podrán callarlas.
*** Alda ***
16/03/2015
16/03/2015