He tenido la oportunidad de recorrer el mundo en busca de fenómenos paranormales y en cada lugar, siempre ha habido alguna manifestación extraordinaria sobre las potencialidades latentes en todos los seres humanos.
Creencias, leyendas y tradiciones se esparcen alrededor de todo el planeta, dejando entrever que no estamos solos, que existen dimensiones desconocidas por nosotros y que, de alguna manera, hay seres superiores que nos supervisan sin menoscabo de nuestra propia libertad evolutiva. No existe un rincón del mundo donde no haya manifestaciones insólitas o raras, no importa si el país está al norteo al sur, si es industrializado o depende de la agricultura, si es desarrollado o subdesarrollado, ahí hay un hecho que descubre la existencia del fenómeno espiritual, aunque haya quien esté en contra o ataque la posibilidad de otro mundo dimensional. El conocimiento popular va más allá de los enemigos de la espiritualidad.
AHORA VENEZUELA.
La primera vez que visité Venezuela fue de paso para asistir al Congreso de Brujería que se celebró en Bogotá, Colombia, en el año de 1975. Sin embargo, el motivo principal era visitar a un tío paterno que no conocía y que vive en un pueblecito delante de Barquisimeto, en el Estado de Lara. Si bien en aquella ocasión mi viaje fue de carácter familiar, empecé a vislumbrar un fuerte movimiento espiritual, el culto a un personaje que produce el fenómeno llamado MILAGRO con mucha regularidad. ELLA, la Reina MARÍA LIONZA, ejerce un fenómeno social muy difundido en Venezuela, y absolutamente todas las clases sociales, de una u otra manera la veneran o respetan, y es tan grande su fuerza que, no obstante permanecen fuera del recinto de la iglesia tradicional (católica), su culto es plenamente aceptado y tolerado. Y llega su adoración a los límites de una Virgen, con la ventaja que ELLA ES UNA MADRE VIVIENTE. Su historia, como sucede con los grandes personajes, se vuelve confusa y ha caído más en la leyenda que en un hecho histórico verificado. Muchos historiadores venezolanos han investigado acerca de ella y en lo único en que están de acuerdo es que en realidad ELLA EXISTIÓ y su vida fue muy intensa.
PRIMER ENCUENTRO CON MARÍA LIONZA
Fue precisamente en Bogotá, Colombia, donde me percaté de la fuerza al culto de María Lionza. Para aquel Congreso fue invitada como representante de la brujería en Venezuela la Hermana Beatriz, quien a su vez se presentó como la representante en la Tierra de la madre santísima MARÍA LIONZA. Con una personalidad magnética muy fuerte, Beatriz impactó a la concurrencia, por lo que resultaba difícil acercarse a ella, ya que había siempre a su alrededor decenas de gentes que pedían su bendición.
Durante su presentación al público del Congreso, se hizo evidente la entrega absoluta de esta hermana al espíritu de María Lionza y, en un impactante rito, Beatriz fue “TOMADA” por el espíritu de María Lionza dando un mensaje de amor y esperanza para la humanidad. En contraste, se notaba que siendo muy espiritual exigía a la humanidad que dejaran de matarse unos a otros y contribuyeran a la paz. Estableció que ella extendería su culto a todos los confines del planeta y en cada lugar habría un grupo que la representaría, ya que había que reunirse en los próximos años en que la humanidad pasaría por la gran prueba, (la Tercera Guerra Mundial). El espectáculo sobrepasó a todo lo que las otras delegaciones presentaron por la calidad del fenómeno presentado por Beatriz “TOMADA” por la madre santísima.
REENCUENTRO CON LA MADRE SANTÍSIMA EN VENEZUELA.
Si bien hice otro viaje anterior a Venezuela, éste no tuvo ninguna significación y fue hasta noviembre de 1981, invitado por el doctor Hernández Freites como ponente al Congreso de Phainosología en Caracas, cuando verdaderamente entré en el fondo de la tradición venezolana. Durante el congreso conocí a personas muy lindas a las cuales pude inmediatamente nombrar como hermanos, pues se tendía cadena de armonía entre ellos y mi persona. El congreso tuvo una duración de cuatro días y fue eminentemente de proyección científica. Mientras tanto, en bambalinas se llevaba a cabo otro CONGRESO, que podemos denominar ESPIRITUAL, ya que se trataba de unir y armonizar a todos aquellos que teníamos un común denominador: El Mundo Espiritual como base de nuestra existencia. Y se fue fraguando en esta forma mi visita a Quivayo.
QUIVAYO, LA MONTAÑA MÁGICA.
Sin saber la trascendencia del viaje al que me invitaron en compañía de mi hijo TIRSO, salimos guiados por el Hermano Lemus y acompañados por María y Vaneza que, junto con nosotros, integrábamos un grupo de cinco en total. Después de un viaje de aproximadamente seis horas hacia el interior y rumbo a Barquisimento, llegamos al filo de las nueve de la noche. Quince minutos antes se podía ver a lo lejos la silueta de la montaña y repartidas sobre la misma, multitud de fogatas encendidas que le daban un aspecto extraño.
Llegamos por fin al estacionamiento de aquella montaña, al que podríamos llamar el atrio del Templo, puesto que eso es, ya que la montaña de Quivayo semeja un templo de dimensiones gigantescas en donde se eleva un culto insólito.
El hemano Lemus previamente había preparado todo lo necesario para acampar y con el cargamento sobre las espaldas nos introducimos en un espectáculo maravilloso al seno de la montaña. Multitud de caravanas (grupos) se encontraban en plena ceremonia de adoración, a través de materias (médiums) que eran poseídas por los diversos personajes del culto a Ella. Cada caravana nos recibía con un saludo fraternal y en cuanto se dieron cuenta que veníamos de México (Tirso y yo), las manifestaciones de alegría se hacían evidentes. Visitamos a diversos grupos que nos invitaban a formar parte de sus ritos hasta que el hermano Lemus aceptó la invitación de uno de ellos, que consideraba que podrían tener manifestaciones interesantes, cosa que después constatamos.
LA NATURALEZA SE PRODIGA EN QUIVAYO.
Una montaña arbolada con olor a humedad y el chisporroteo de un hermoso río que recorría desde las alturas la falda de la misma. El olor a barro combinado con el sahumerio (incienso) proveniente de los ritos, provocaba por sí mismo un ambiente místico. Antes y después de cada ceremonia era necesario bañarse y limpiarse de todo lo negativo en las aguas frescas de aquel río mágico. Recordé la semejanza escenográfica con la zona de los Tuxtlas en México, desde Catemaco hasta Tuxtepec, Oaxaca, donde la naturaleza baña con sus matices y combinaciones artísticas, llenas de energía magnética.
Al filo de las doce de la noche (hora clave) se presentó una actividad muy intensa en toda la montaña, escuchándose golpes de tambores en diversos lugares y cantos o lamentos provenientes de algún rincón de la misma. La única luz que iluminaba el lugar era la de las lumbreras que cada grupo tenía al centro y la de las velas que por miles se encendían en diversas partes para llevar a cabo las VELACIONES, parte de los fenómenos más interesantes desarrollados en ese lugar. El grupo escogido nos permitió observar muy de cerca todas sus prácticas y lo más impresionante fue la velación practicada a un poseído por las fuerzas demoníacas.
EL PASO DE LO MALO A LO BUENO, DE LO NEGRO A LO BLANCO.
Entre las sombras de la obscuridad se veían, sobre el barro de una pequeña meseta, dos siluetas dibujadas en blanco y rodeadas, la de la izquierda con velas negras prendidas, la de la derecha con velas blancas también encendidas. El paciente fue invitado a pararse frente al médium o facultad, vestido únicamente con un calzón. Mediante ciertas palabras al oído, el enfermo cayó en un trance hipnótico y, en estado de catalepsia, cayó hacia atrás, donde fue recibido por los ayudantes que inmediatamente lo colocaron en la silueta de negro. Las velas daban vuelta al contorno de su cuerpo y él permanecía perfectamente dormido.
La materia poco a poco fue entrando en trance, mediante respiraciones fuertes y convulsiones. Al cabo de unos cinco minutos, su cuerpo y su voz cambiaron notablemente, manifestándose una entidad espiritual que se decía llamar el NEGRO FELIPE, quien es conocido en ese ambiente. Después, fueron pasando diferentes espíritus que iban dando instrucciones sobre la ceremonia. Un detalle insólito que estaba sucediendo es que la materia cada vez tomaba más y más cocuy (aguardiente de caña) y además fumaba más y más puros, cosa realmente extraña, pues, en estado normal, cualquier persona con la mitad de esa dosis quedaría totalmente drogada, mientras que el médium permanecía con mucha energía y movimiento.
Al enfermo le fue vaciada una buena cantidad de alcohol, loción, talco y otros preparados líquidos aromáticos. Su estado era de sueño profundo y solamente en ocasiones respiraba más fuerte. Después de una hora aproximadamente de trance, el médium jugaba con el fuego sin quemarse, pasándose velas encendidas por la piel y el pelo sin producirse ninguna quemadura. Su grado de insensibilidad era impresionante y seguía tomando cocuy y, de vez en cuando, invitando a los que lo rodeábamos. Más de cuatro veces fui invitado a tomar del aguardiente y la verdad es que llegué a sentirme mareado, mientras pensaba que si tuviera que ingerir una cantidad igual a la del médium, un colapso o una congestión sería el resultado.
Una vez que se llevó a cabo el rito y se limpió lo negro al paciente, éste fue llevado o pasado a la silueta blanca, mientras que todo lo negro que quedaba era destruido. La ceremonia tardó dos horas en finalizar. El paciente al ser despertado, manifestó una alegría y mejoría muy grandes, lloró y agradeció a las cortes espirituales que lo habían curado.
LA CORTE MEXICANA.
Aproximadamente a las cinco de la mañana, recorriendo otras caravanas y observando velaciones, llegamos con una materia muy interesante: el Hermano Pepe, quien, mientras estábamos de observadores, se acercó a nosotros en estado de trance, con una personalidad vikinga, saludándonos y mencionando que veníamos de México y que éramos bien recibidos, que nos esperáramos porque vendría una corte mexicana a saludarnos y darnos la bienvenida. Él estaba curando a un inválido de las piernas y, mientras hacía sus oraciones, bailaba y tomaba las débiles piernas del enfermo, moviéndolas y doblando los huesos de la misma. Muy impresionante resultaba aquello ya que según la lógica esto era imposible. Pero ahí estaba doblando y estirando las piernas. Por fin, después de una hora, terminó su curación y entró en comunión con nosotros.
Mediante saltos, caídas y empeñones, entró un espíritu que decía llamarse Juan y ser mexicano. De verdad tenía la simpatía de un veracruzano y a veces presentaba ángulos cantinflescos muy divertidos. La cantidad de alcohol que había ingerido pasaba de los dos litros de aguardiente. El calor era agobiante. El mexicano era una rara combinación de Pedro Infante, Cantinflas y Jorge Negrete, tan presto cantaba con buena voz cono dicharachaba o bien retaba como todo un macho. Lo interesante es que durante todo el tiempo el médium tenía los ojos cerrados y brincaba sobre el fuego y alrededor de árboles, sillas y otros artefactos y sin caerse. Espectacular la manifestación dela Corte Mexicana.
A BAÑARSE A LAS SEIS DE LA MAÑANA EN EL RÍO.
Después de haber presenciado múltiples velaciones, nos fue indicado que para limpiarnos de los negativos, debíamos de lavarnos en el río. Eran las seis de la mañana y no daban muchos deseos de bañarse con agua fría y sí de dormir, pero fuimos respetuosos de la costumbre y nos fuimos al agua. Entramos lentamente para acostumbrarnos y nos fue proporcionado un jabón muy grasoso, de color azul, que hay que usar. No debe usarse otro. Nos enjabonamos, nos enjuagamos y, siguiendo la tradición, cerramos los ojos y lanzamos hacia atrás el jabón que había quedado. Un fresco aire llegó hasta nosotros y nos refrescó.
DESPEDIDA DE LA MADRE VIVIENTE.
Al retirarnos nos detuvimos para agradecer y prender una vela a María Lionza por habernos permitido estar con ella, pidiéndole una gracia o un deseo. Ustedes que están leyendo EL OCULTISTA son testigos de su favor. En aquella ocasión (noviembre de 1981), le pedí me concediera poder editar esta revista y llegar a ustedes. Nueve meses después, aquí estamos. Juzguen por sí mismos.
MÁS ACERCAMIENTO A LA DIOSA VENEZOLANA.
En abril del presente año y con motivo de dictar un seminario sobre misticismo, me trasladé a Caracas y nuevamente encontré un ambiente propicio a la espiritualidad. Mientras los días pasaban dictando el curso en la Sociedad Venezolana de Parapsicología que dirige el doctor Julio A. Ramírez, se fue formando un nuevo grupo de excursión a otro templo de la Diosa. Tocaba el turno a Agua Blanca, lugar situado en Valencia, la ciudad industrial venezolana que reúne las mismas características de la anterior: agua a raudales.
EL HIJO PREDILECTO DE MARÍA LIONZA.
Fue el miércoles en la noche cuando al estar terminando el seminario de misticismo, vi entrar a un hombre joven y su mujer, acompañados de una niña de cerca de ocho años. Se sentó y permaneció aislado del grupo en total despreocupación de lo que estaba pasando. Al terminar, el hermano Lemus se acercó y me presentó: “Él es el hijo predilecto de la Diosa María Lionza, el hermano Santos Camargo; queremos que vayas con nosotros a la montaña para que asistas a una sesión”. Paco en un principio habló únicamente de lo necesario y al salir quedamos comprometidos para ir a cenar unas sabrosas AREPAS (especie de gorditas de masa con harina de trigo). Fue hasta allí que él se soltó a hablar y empezó sin freno a decir su propia interpretación de la Biblia y parte de su historia en relación a la Reina. Me pareció que detrás de todo, debía haber algo muy interesante y se debía comprobar. Acepté de hecho la invitación para ir, el sábado, a la Montaña de Agua Blanca.
RITO DEL TABACO E INDICACIONES PARA LA DIOSA.
Llegamos al mediodía y antes de entrar, paramos en el dintel de la entrada y toda la comitiva bajó de los vehículos. Éramos seis en total. Cada uno encendió con reverencia un tabaco (puro) y empezaron a fumarlo rápidamente, observando el proceso del fuego y sobre todo la posición de la ceniza, explicándome qué estaba sucediendo. De pronto, el hermano Santos empezó a contorsionarse y entró en trance, cambiando su cara y su cuerpo de manera extraña. Cojeaba al caminar y su cadera hacia un lado, con voz débil señaló el sitio donde debíamos acampar y nos dio la bienvenida. No entendí su nombre pues masculló algo como CHICO. Esperamos un tiempo más a que terminara el tabaco prendido y se acercó a mí la hermana Flor, que en esta ocasión nos acompañaba. Ella es otro tipo de facultad. Me dijo que, según el acomodo de las cenizas, tenía dificultades con una hija y ciertos problemas de impedimento o barreras a mis deseos. Pensando sobre su mensaje, acepté los problemas de mi hija, afortunadamente no graves, pero que realmente sí existían. Lo de las barreras, no lo descubrí pero rápidamente me puse a fumar hacia afuera y hacia adentro para vencerlas y destruirlas, no sé si dio resultado pero no he detectado ninguna barrera de consideración.
Cargamos todo el equipo de acampar y nos fuimos directo al lugar establecido. Si bien el lugar estaba descuidado y contaminado, en realidad el marco de belleza era fascinante. Comenzando por La Gruta, una pequeña cueva en la parte baja de la montaña donde nace un ojo de agua, limpio y transparente, dedicado al fervor de la Diosa Viviente.
Una vez instalados, se procedió a elaborar un pequeño altar que consistía en tres cirios prendidos, un mantel blando y abajo del mismo, la jerarquía venezolana de dioses o personalidades del Culto a María Lionza: el Negro Felipe, José Gregorio Hernández (guía espiritual del lugar), Francisca Duarte, Guaicapuro y otros más.
CURACIÓN DE UNA ENFERMA DE LEPRA.
Entre las caravanas que se encontraban en el lugar, el hermano Santos escogió una para ir a visitar y recibir una demostración de curación. Caminamos un poco y llegamos a una pequeña choza donde había un altar y un médium que se disponía a empezar a curar a diversos enfermos. Cayó en trance bajo el influjo de la corte americana que fue la que más tiempo estuvo dirigiendo la ceremonia. Lo más impresionante fue la curación de una enferma de lepra, que con su mal, bastante avanzado, mostraba el pie izquierdo casi totalmente destruido. Lo roció en varias ocasiones con cocuy y diferentes bebidas espirituosas, mientras le mandaba tranquilizarse. La enferma estaba completa, muy nerviosa y desconfiaba de la curación. Terminó pasándole una vela muy cerca y vertiéndole parafina derretida, que no le producía ninguna molestia. Hasta la misma paciente se admiró. No puedo asegurar si la enferma sanó o no, pero el proceso de insensibilidad que presentó era impresionante. La corte americana presentaba a un médico de origen estadounidense y usaba en su léxico acento extranjero y una que otra palabra en inglés.
BAUTIZO CON LACORTE AFRICANA.
Tirados sobre el barro húmedo del lugar, se encontraban cinco sujetos con la boca hacia arriba y en perfecto estado de catalepsia. Rodeando los cuerpos se enfilaban cientos de velas blancas, todas encendidas. El espectáculo era grandioso y se desarrollaba alrededor de las dos de la mañana. El murmullo de los insectos y el canto de los grillos y luciérnagas, producía un ambiente mágico. A lo lejos se escuchaba el susurro de las aguas que brotaban milagrosamente de la gruta. Aunado a ello el canto místico de diversos grupos y el sonar de tambores en verdad electrizante.
El médium entró en trance después de contonearse y empezó a tomar aguardiente y fumar tabaco en forma maratónica. Poco a poco se acercó a los sujetos y con cuchillos en la mano fue clavándolos a muy pocos centímetros de la cabeza de cada uno, ante la admiración de nuestro grupo, ya que demostraba una destreza poco usual. Dos de los sujetos entraban en un éxtasis de intranquilidad pero ninguno rompió el cerco que los rodeaba.
Aproximadamente a veinte metros de este lugar, se escuchó el lloriqueo de un bebé. Inmediatamente el espíritu que había tomado la materia, pidió que le fuera llevado el pequeño niño para protegerlo y aliviarlo. De momento los padres se opusieron arguyendo que hacía mucho frío y podría resfriarse. El espíritu, contrariado, se enojó y lanzó una serie de maldiciones en contra de ellos, cosa que los amedrentó y aceptaron llegar hasta él. Antes de empezar la ceremonia que íbamos a presenciar, el espíritu pidió más alcohol (que ingirió), y unas agujas largas, mismas que se ensartó en los párpados, orejas y en la boca, atravesándose los labios y las mejillas. Lo hacía con tal naturalidad, que se notaba una maestría en el manejo de las agujas y lugares precisos de aplicar.
Inmediatamente que tuvo al pequeño en sus brazos, procedió a quitarle las ropas que lo cubrían y afirmó, ante la estupefacción de los padres, que no sucedería nada ya que la presencia de CHAGOO aseguraba al niño la salud. Para esto, estaba lloviznando en el lugar, cosa que no le importó. Hizo una serie de ritos y cantos y pidió una madrina y un padrino para la ceremonia. Una joven y un caballero se acercaron y tomaron en sus brazos al niño. El espíritu pidió un cuchillo y sin pensarlo mucho se abrió una herida, produciéndose una gran hemorragia a la altura del corazón, muy cerca del pezón. Conforme la sangre corría hacia abajo, la recogía con otro cuchillo y la bebía. Llegado el momento, pidió que le acercaran al niño y mencionando algunas palabras ininteligibles mencionó que la Corte Africana estaba presente en ese momento para darle la bendición al niño y que nunca le dejarían que cayera en desgracia o enfermedad, que siempre le ayudarían a triunfar y que de adulto debería dedicarse a la obra espiritual. Varias veces le hizo beber la sangre que salía de su pecho, y lo mismo a los padrinos que aceptaban con gusto aquel rito hematófago. En silencio Tirso y yo vacilamos y hasta nos horrorizamos. No obstante algo pasó pues el niño dejó de llorar, calló y hasta se arrulló con su propia voz. Durante el resto de la noche durmió tranquilamente.
El hermano Lemus afirmaba que ese niño siempre estaría protegido de cualquier inclemencia ya que la Corte Africana era una de las más poderosas y que él nunca había visto este tipo de bautizo insólito.
Para terminar, el espíritu nos pidió a Tirso y a mí que nos claváramos las agujas que él tenía en las orejas, de la misma forma. Definitivamente rechacé la oferta, por lo cual me fue dicho que era un cobarde. Lo único que pensé es que, si en realidad el espíritu había tomado ese cuerpo, que no era el suyo, poco le importaba atormentarlo provocándole dolor, pero tratándose del mío, yo debía de cuidarlo y no sacrificarlo inútilmente.
SANTOS CAMARGO EN ACCIÓN.
Era domingo, las seis de la mañana. Un amanecer digno del paraíso. Frescura y brisa, brotaban en aquel ambiente que aún mantenía una inusitada actividad. Toda la noche y todo el día se podía ver cómo las caravanas trabajaban sin descanso y los médiums, podían durar cuatro o cinco horas en trance, con una energía superior.
El hermano Santos, empezó su actividad de preparación en una pequeña meseta hacia el norte del campamento. Acomodó una especie de Estrella de David pintada con talco en el suelo y prendió 40 velas en dos filas. Se preparó con lociones, agua de colonia, tabaco y sahumerio. Me pidió que entrara al círculo y empezó la ceremonia. Algo extraño estaba sucediendo, pues yo sentía una enorme fuerza que subía a través de mis pies hasta llegarme a la cabeza, produciéndome una sensación de calambre en todo el cuerpo. Mantenía, según las indicaciones, los ojos cerrados. Empecé a balancearme de manera extraña como entrando en un trance hipnótico. Lo impactante fue que a mi mente vinieron imágenes de templos judíos y egipcios. Figuras simbólicas tradicionales como la Cruz de Caravaca, la Estrella de David, el rostro de Tutankamon, las Pirámides, la Esfinge y muchas más de carácter iniciático y la más persistente: EL ÁRBOL DE LA VIDA.
Puedo decir que perdí la realidad por espacio de treinta minutos, mientras que el hermano Santos mostraba, según los observadores, gestos y posiciones extrañas y hablaba en diferentes lenguas, no entendibles fácilmente. En ese momento, ocurrieron fenómenos extraños: la lluvia cesó y durante el tiempo de la velación, los rayos del Sol asomaron exclusivamente sobre el lugar destinado al rito.
Al abrir los ojos me di cuenta que la parafina y las mechas de las velas de mi lado izquierdo se habían encimado sobre mi pie y no sentía absolutamente ningún dolor. Me fue indicado que saliera del círculo y mientras me recuperaba del asombro, el hermano Lemus volcado en alegría, me pidió que observara la formación de la parafina: tres continentes, EUROPA, ASIA Y AMÉRICA, aparecían dibujados en blanco, sobre el barro del suelo. A esto, el mismo hermano dio la interpretación: “Viajarás a muchos lugares del mundo llevando tus conocimientos y sirviendo de enlace espiritual a muchos que en todo el orbe necesitarán apoyo espiritual. Serás también portador del mensaje de María Lionza, que ahora está tomando una nueva iniciativa para crecer y dar a conocer su misión en todo el planeta”.
EXPERIENCIA MARAVILLOSA EN LA GRUTA DE LA DIOSA.
Llegaba el momento de retirarse y bañarse en la gruta de María Lionza: una pequeña laguna y en medio, una efigie de la Diosa con muchas flores y regalos dedicados a ella como agradecimiento a los favores concedidos. El fervor se convertía en adoración. Hacia el norte, una pequeña entrada labrada por la naturaleza, por donde debíamos de internarnos a recibir sus favores, desprendiéndonos de lo negativo que hubiéramos tomado. El hermano Lemus nos dio el jabón especial para limpiar el cuerpo y él mismo hizo la primera frotación, elevando una oración, pidiendo paz, tranquilidad y salud para nosotros, e inmediatamente sumirse en el pequeño lago para quitarse el jabón, volver a enjabonarse y pasar dentro de la gruta a darnos el último baño, desprendiéndonos de la última pizca de jabón e invocando a la Reina.
UN BELLO ESPECTÁCULO Y UN MACABRO GUARDIÁN.
Naciendo de la filtración de la lluvia en la montaña y de un pequeño manantial el agua, pura y transparente, un río corre desde el fondo de la gruta, pasando por el altar para salir a la intemperie. Hay que sumirse frente a la Diosa llevando a cabo un rito en el que se dan gracias a los cuatro puntos cardinales y salir de la gruta, no sin antes pedir un último favor.
Una vez que terminé mi ceremonia, me interné hacia el principio de la gruta a unos ocho metros del altar y entré con cierta dificultad debido a mi cuerpo más bien pesado. Permanecí unos minutos mientras se tomaban unas fotos y sentí un escalofrío extraño, por lo que decidí dejar la cueva.
Al salir, uno de los hermanos me preguntó que si había entrado hasta el fondo de la cueva. Al contestarle afirmativamente se rio con nerviosismo y me dijo que seguramente la Diosa me había aceptado como su discípulo pues de otra forma, la serpiente que guarda el sitio me hubiera atacado, no dejando que entrara o deteniéndome en el lugar sin poder salir.
Prof. Antonio Vázquez Alba
Brujo Mayor
Noviembre 1982.