25 agosto 2014
Náufrago: Wilson, el Espíritu del Fuego
Recientemente vi "Náufrago" (Cast Away), película de Robert Zemeckis, producida y actuada por Tom Hanks.
Uno de los protagónicos lo tiene un balón de voleibol que comparte los días con un Tom Hanks náufrago, en donde por 4 años le hace compañía en una solitaria isla desierta, tan solos que ni animales depredadores aparecieron a lo largo de la película.
En un momento de desesperación por no poder hacer fuego con lo que tenía cerca y con una mano herida, Hanks le da un golpe al balón, en donde se impregna la imagen de su mano ensangrentada, entonces ve en esa imagen al espíritu del fuego y le dibuja un rostro.
Es ese abuelito del fuego de la tradición mexhica, Huehueteotl, el Vulcano de los griegos, Agni de la India... es el mismo que ha acompañado a los seres humanos a lo largo de la historia.
Para congraciarse con el espíritu del fuego se requiere de concentración, de valentía y ante todo de un auto control.
Durante la escena en la que el personaje logra encender el fuego en la remota isla, mira a Wilson con mirada de complicidad y de confianza.
Lo mismo ocurre cuando manejamos el fuego en nuestros rituales: si estamos tristes, alterados, miedosos o enojados, el fueguito nada más no enciende o se apaga al cabo de unos minutos. Me ha pasado que el popochcomitl (sahumador) no enciende cuando mi predisposición a la ceremonia del fuego no es la adecuada y no enciende hasta que no me domino a mí misma. Algo similar a lo que ocurre en la película que hoy analizamos.
Las llamas débiles, el fuego tímido, también hablan de cómo nos sentimos por dentro, esa fuerza en la flama y en los carbones revelan nuestra concentración, respeto y confianza por nosotros mismos y por el elemento del cual nos apoyamos, en este caso el fuego.
Nuestra energía se extiende a los elementales, recordemos que somos parte de un todo, y que ni el agua, ni el aire, ni el fuego, ni la tierra están para ser nuestros servidores, es al contrario, si no estamos en armonía con nosotros mismos, los elementos permanecen en guardia, como diciéndonos: estaremos listos para tí cuando tú estés listo.
Quizá Wilson solo era un simple balón, pero la intención de pedir ayuda al espíritu de los elementales le daba una connotación mágica, de culto, de reverencia y respeto. El náufrago puso su confianza en el espíritu del fuego, en el hijo del Sol. (Recordemos que la mayoría de las religiones rinden culto al Sol).
A veces se necesita de estar aislado y un poco loco para los demás, a veces es necesario "naufragar" para poder escuchar lo que nos quiere transmitir el espíritu del fuego o el de los demás elementos.
Finalmente ese balón se convirtió en el único objeto ritual que tuvo el náufrago durante su travesía, el fuego le dio el entusiasmo para continuar con vida a pesar de las adversidades.
Simpatizar con los elementos es parte de la magia. Ellos están en todo momento y lugar para ayudarte, solo es cuestión de que te des un tiempo y espacio para aislarte en tu propia isla desierta.
*** Alda ***
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