Nos han acompañado a lo largo de la historia y lo seguirán haciendo, brindándonos su protección y energía. Respetados y venerados por numerosos cultos y tradiciones, hoy han pasado a ser desapercibidos por la mayoría de los seres humanos. Son los poderosos y mágicos árboles.
Indudablemente el árbol ha sido considerado mágico desde los más remotos tiempos de la prehistoria. Aún hoy muchos pueblos de los que llamamos primitivos se reúnen cerca de su árbol sagrado para conseguir cargarse de energía e incluso aumentar su sabiduría.
Los celtas conocían las propiedades de la magia de los árboles, y la utilizaban con diferentes resultados. Murry Hope, autoridad en el tema de la magia celta lo deja bien claro en sus libros.
Según los celtas, los espíritus de los árboles se llaman "driadas" y se dice que hay diferentes tipos de estos seres, dependiendo de los árboles. Así según Hope, hay árboles curanderos, guardianes, protectores e incluso proveedores de sabiduría.
Los celtas conocían las propiedades de la magia de los árboles, y la utilizaban con diferentes resultados. Murry Hope, autoridad en el tema de la magia celta lo deja bien claro en sus libros.
Según los celtas, los espíritus de los árboles se llaman "driadas" y se dice que hay diferentes tipos de estos seres, dependiendo de los árboles. Así según Hope, hay árboles curanderos, guardianes, protectores e incluso proveedores de sabiduría.
La tradición del bosque sagrado, a menudo asociada al secretismo y a los ritos de iniciación, es común a muchas culturas. Ciertos grupos de árboles, o porciones de bosques naturales o plantados, se consideraban distintos del resto e intocables. Muchos de estos bosques mantienen hoy su significado: la Lista del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) incluye varios bosques reconocidos como sagrados por sus valores espirituales así como ecológicos. Ejemplos de ello son las Reservas de bosque pluvial del centro-este de Queensland, Australia, que contienen características geográficas consideradas como sagradas por los aborígenes; el Horsh Arz el-Rab (Bosque de los cedros de Dios) en Líbano; los bosques de monte Kenya en Kenya, venerados por los habitantes; y un bosque sagrado usado todavía por los sacerdotes en las ceremonias del arroz en las terrazas arroceras de Luzón, Filipinas.
Esotéricamente, el simbolismo de un árbol es el centro universal que ofrece los frutos de diversas posibilidades: por su tronco, que es vertical, sugiere la ascensión y, por lo mismo, también el descenso; por sus ramas, hace la función de escalera. El árbol se convierte en el medio de comunicación entre la Madre Tierra y las fuerzas celestes, como dice mi Maestro: son la antena entre el cielo y el suelo.
Este simbolismo es evidente en El Árbol de la vida, con sus esferas, senderos y ramas… se replica en el Árbol de Navidad y hay una clara analogía con el Árbol Genealógico. (Hago una pausa aquí para decirles que cada vez que investigo un tema, termino sorprendiéndome cada día más con tanta belleza).
Nuestros ancestros ya tenían conocimientos de lo anterior, ellos no consideraban a los árboles como seres aislados sino que formaban parte directa de sus mitos y ritos, de sus cultos y prácticas mágicas, de su vida cotidiana y sus usos medicinales. Sabían qué árboles curaban y qué árboles mataban, cuáles les protegían de los rayos y cuáles los atraían, aquellos que eran buenos para alejar a los insectos y cuáles atraían enfermedades. Sabían que cada árbol alberga un espíritu que le confiere una fuerza determinada, un alma que le da un poder genuino y exclusivo, según la clase a la que pertenezca.
En la enfermedad y en las preocupaciones, nuestros antepasados buscaban un árbol para abrazarse a su tronco, para transmitirle sus angustias y sus problemas y recibir, a cambio, su fuerza. Entonces sentían que el árbol era mucho más que un ser inmóvil y que por su tronco fluía la savia que da energía a aquel que busca su consuelo. Los jóvenes enamorados buscaban el tilo para confiar sus intimidades amorosas porque representaba el vigor de Venus. Los hombres que iban a la guerra abrazaban al roble porque éste simbolizaba al dios Marte y las personas que no tenían confianza en sí mismas acudían al abedul, que estaba bajo la protección de Mercurio.
A varios de mis consultantes les pido que abracen a un árbol en los momentos de preocupación, estrés, soledad y tristeza. Se trata de una terapia que recomiendan cada vez más los médicos y terapeutas que saben de los grandes efectos positivos que tiene el abrazar a un árbol. Así que cada vez que lo necesites, siempre tendrás a un amigo lleno de ramas al cual abrazar.
En la enfermedad y en las preocupaciones, nuestros antepasados buscaban un árbol para abrazarse a su tronco, para transmitirle sus angustias y sus problemas y recibir, a cambio, su fuerza. Entonces sentían que el árbol era mucho más que un ser inmóvil y que por su tronco fluía la savia que da energía a aquel que busca su consuelo. Los jóvenes enamorados buscaban el tilo para confiar sus intimidades amorosas porque representaba el vigor de Venus. Los hombres que iban a la guerra abrazaban al roble porque éste simbolizaba al dios Marte y las personas que no tenían confianza en sí mismas acudían al abedul, que estaba bajo la protección de Mercurio.
A varios de mis consultantes les pido que abracen a un árbol en los momentos de preocupación, estrés, soledad y tristeza. Se trata de una terapia que recomiendan cada vez más los médicos y terapeutas que saben de los grandes efectos positivos que tiene el abrazar a un árbol. Así que cada vez que lo necesites, siempre tendrás a un amigo lleno de ramas al cual abrazar.
La película “Avatar” nos da un buen ejemplo de la interacción que debemos tener con los hermosos gigantes verdes (así les digo de cariño a los árboles), pues escuchaban, vivían dentro de ellos y respetaban a estos grandiosos seres. Recuerdo al Árbol Madre, el Árbol de las almas y el Árbol de las Voces… ¡qué magnífica armonía entre el hombre y la Naturaleza!
Podríamos tomar más espacio para hablar de los árboles y la magia, pero creo que no agotaríamos el tema.
Lo siguiente lo escribí en el año 2006 para un árbol que me llenó de inspiración…
Quisiera tener el corazón como el de un árbol,
para proteger a aquellos que se me acercan,
para albergar la vida de los
que se deciden a quedarse conmigo.
Para permanecer estoico ante los vientos,
disfrutar del Sol, la Luna, las estrellas y la lluvia…
y tener una permanente sinfonía de aves.
Quisiera tener el espíritu del árbol:
amable, firme, alegre, cálido…
Mover las hojas al ritmo que marque la naturaleza,
y mantenerme en pie, sin importar
si el Sol sonríe o las nubes lloran.
Me encantaría ver crecer la vida,
ser anfitrión de nidos y danzar al compás del aire,
tener la sana facultad de amar y dejar ir…
y vivir muchos años y sin arrugas.
Me gustaría ser como un árbol,
para estar un poco más cerca del Cielo,
dormir bajo las estrellas…
y ver a Dios .
Con toda la fuerza de mi amor…
Alda
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